Columnas

La raja

Luciana Cadahia

Republicanas plebeyas

Hace pocos días Rudy Amanda Hurtado, intelectual negra colombiana, escribió un artículo de opinión orientado a reactivar el vocabulario republicano desde una perspectiva feminista y anticolonial. Me pareció muy oportuno que escogiera este enfoque porque creo que desafía una de las modas intelectuales de nuestro tiempo: la teoría decolonial. No olvidemos que la versión oficial de esta teoría, gestada en la academia norteamericana y desparramada por todo el continente, ha hecho coincidir el legado republicano con el poder colonial. Para los decoloniales, defender el significante república no es otra cosa que quedar del lado de los opresores de la historia.

En un gesto provocador, el texto Hurtado invierte esta afirmación decolonial y nos revela su trampa: una aproximación simplificada, abstracta y unilateral del pasado. Simplificada y abstracta porque esta lectura pierde de vista los acumulados históricos donde esa supuesta “otredad” (reivindicada como pureza no-moderna desde la perspectiva decolonial) luchó por materializar una república de iguales. Y, unilateral, porque omite la tensión (aún presente en nuestros días) entre proyectos republicanos oligárquicos y plebeyos, es decir, olvida las experiencias políticas republicanas construidas por indígenas, negros, mujeres y campesinos decididos a destruir la unidad doméstica colonial que, por un lado, los reducía a una “otredad” y, por otro, los excluía de su derecho a la ciudadanía.

Las luchas feministas y antirracistas no pueden quedar reducidas a las modas «postmodernas» de una burguesía con mala conciencia.

Por eso me parece importante, como insiste Hurtado, recordar esta pulsión republicana plebeya desde el campo feminista, negro e indígena actual. Más que nada porque existe el peligro de “volver a borrar” las memorias de estas luchas y convertirlas en la "adquisición de lujo" de una alta burguesía latinoamericana desesperada por separarse simbólicamente de la acumulación capitalista de sus familias y crear las condiciones de "su relato de la subalternidad". En otras palabras: una nueva versión de la mala conciencia de clase. Las luchas feministas y antirracistas no pueden quedar reducidas a las modas "postmodernas" de una burguesía con mala conciencia, sino que es urgente experimentarlas como lo que son: acumulados históricos de muchos siglos.

A pesar de las “buenas intenciones”, el inconsciente de la alta burguesía es muy poderoso y puede actuar secretamente para redimir a "sus familias" y volver a tener el control de la escena mediante un despojo simbólico. Esta clase, administradora y gestora del "salón de té de la representación", tiene el poder de controlar “detrás de la escena” el relato de quién es el "sujeto subalterno" de moda legitimado para hablar. Textos como el de Hurtado, por el contrario, dinamitan el "salón de té" y devuelven a los sectores plebeyos el uso de sus legados emancipadores.

Ilustración de donDani