Existe sólo un punto que nos puede acoger
pero no lo conocemos,
quizá lo hemos visto cuando éramos niños en el mar
un día de sol. Quizá la mano
que tienes abierta mientras me sonríes
la lengua que modula el extraño
ritmo de sonidos, llantos, gritos
son el espacio posible. No en vano
he borrado confines y barreras
me he sumergido en la indiferencia
de aquella arcadia dispersa y alegre
que hunde en el ser el estar
meditando en la fuente de la mente
donde sólo los amantes hallan la paz.
En el pozo de Sicar
“Dame de beber” le dijo aquel día
porque permaneció sola en el pozo
y estaba a punto de volver
a casa. Pero aquella palabra
“dame” escandida a mediodía
tan doméstica obvia perentoria
le provocó un imprevisto vacío a su alrededor
que dejó al desnudo y tomó la memoria
de su pasado junto con el futuro
en la unidad de un tiempo inmemorial
detenido en el punto de la oscilación
entre un único gesto y una mirada pura:
¿por qué continúas haciéndote mal
y no calmas tu sed en la pasión?