Mis discos pandémicos
¿Existe lugar para el amor dentro de la pandemia? ¿Y para la música? La respuesta es sí. Aunque durante el confinamiento hubo pasajes de este 2020 en que no tenía cabeza para nada, me enamoré perdidamente de algunos discos. Aquí van algunos de lo que me pegaron duro y otros no tanto.
IDLES – Ultra Mono
Para mí éste es el disco del año. Los dos álbumes anteriores de la banda me resultaron pasables, pero Ultra Mono superó cualquier expectativa. Desde la primera escucha supe que estaba ante todo un acontecimiento. Y conforme me fui enganchando constaté que en efecto se trataba de un discazo.
El punk no ha muerto. Ultra Mono es la prueba. Hacía muchos años que un disco no me hacía entusiasmarme tanto, como cuando era adolescente. Conforme pasan los años uno tiende a adquirir cierta inmunidad respecto a la música. Es más complicado que algo te vuele la cabeza. Hace poco leí un estudio que decía que después de los cuarenta cada vez escuchamos menos música nueva. Una idea parecida sobrevuela la primera página de La vida después de Dios de Douglas Coupland. No voy a refutar esta teoría, pero tampoco la desmentiré. Sin embargo, creo que el contacto permanente con la música te vuelve un escucha exigente. Es difícil que algo te sorprenda. Es la razón por la cual la gente de mi generación está menos abierta a las bandas emergentes.
Ultra Mono es un disco de factura perfecta. Y sé que esto se repite a menudo. Pero en este caso esa perfección es plenamente palpable en las trece rolas que conforman el álbum. Una marea de energía que te golpea un track sí y el otro también. La furia que despide es algo que no se escucha en la música en estos días. El frenetismo de IDLES es único. Quizá el único defecto que le encuentro es que por momentos John Talbot, el vocalista, intenta cantar como Johnny Rotten. Imita bien la voz del ex Sex Pistol, lo que podría ser un defecto o una virtud, depende de cada uno.
He escuchado este disco una y otra y otra vez. En loop. Es un disco que no te cansa. Una inyección de adrenalina sonora.
The Strokes – The New Abnormal
The Strokes ha sido una banda en crisis permanente. Desde la salida de «Last Nite» había luchado contra la maldición del One Hit Wonder. No porque no hubieran tenido otro éxito. Porque consiguieron lo que muy pocas bandas de los dosmiles lograron: la canción perfecta. La melodía pegajosa que se convirtió en himno generacional. Tres minutos que contenían en sí mismos la historia entera de la música. Una proeza que no cualquiera puede realizar, no está de más aclarar.
Desde entonces se habían dedicado a dar bandazos. Con más o menos fortuna de un disco a otro. En ocasiones cayendo en la McFood Music. Se compraron la imagen de destroyers. Salir a tocar drogados, cancelar presentaciones, bajarse del escenario a medio show, etc. Que madurar se antoja improbable. Para qué crecer. Esa parecía su filosofía. Se encontraban bastante cómodos en su papel de malditos.
The New Abnormal es un regreso de oro. Y le compite a IDLES por el puesto número uno en lo mejor del rock del año. Uno de los responsables es Rick Rubin. El Rey Midas de la producción. Sus credenciales son apabullantes. Red Hot Chili Peppers, Beastie Boys, Johnny Cash, Tom Petty, lcd Soundsystem, son algunos artistas que forman parte de su cartera de clientes. Si algo le urgía a The Strokes era una visión externa que los hiciera salir de sí mismos. Que consolidara esa promesa que llevaba dormida casi dos décadas. Aunque parezcan y se comporten como adolescentes, los miembros de la banda son ya cuarentones. Y precisamente lo que ha hecho Rubin es hacerlos tomar consciencia de su realidad.
Marilyn Manson – We Are Chaos
Desde Antichrist Superstar no me había vuelto a interesar el trabajo de Manson. Ignoro por qué le di play en Spotify a We Are Chaos. Lo hice de manera automática. Y me im-
presionó la calidad de las canciones. Aquí Manson suena a Manson, hay referencias a su personalidad musical pero sale de su zona de confort, el espectro post-industrial, y hace reverencia al rock clásico. «Paint You With My Love» es una balada que bien podría estar en un disco de Guns n’Roses o en una compilación de power ballads. Manson se pone romántico y lo hace impecablemente. La rola que da nombre al disco también es una muestra más de que Marilyn es un gran escritor de canciones.
Bob Moulder – Blue Hearts
«Heart on My Sleeve» es una canción acústica que sirve como intro a un disco eléctrico. Se trata de una demostración de músculo a la inversa. Con una letra poderosísima y una melodía desnuda, Moulder te deja los oídos babeando. Lo que viene a continuación es una serie de canciones aceleradas que suenan a pop, a rock, a punk, a Foo Fighters, pero que poseen una personalidad única. La de Moulder. Un alarido sónico. Un veterano del hardcore que mantiene una envidiable salud musical. Un disco entrañable.
Eels – Earth to Dora
Mark Oliver Everett nunca ha hecho un disco malo. Earth to Dora no me parece tan grande como el anterior The Deconstruction. Sin embargo, posee cada joyota. Como la sensacional «Are You Fuckin Your Ex». O la edificante «I Got Hurt». En todo el álbum suena el elemento dramático que es el sello de la casa de Eels. Esa melancolía alegre que te sume en la introspección pero a la vez te conmueve. Las canciones de Earth to Dora cuentan con menos instrumentación que el trabajo anterior, lo que lo conecta con el Eels más intimista. Esto da cuenta de que hay al menos dos registros identificables de Mark Oliver Everett, que dentro de su explicito pesimismo escapa a la repetición. Aunque de repente abuse de la melosidad.
Jehnny Beth – To Love Is to Live
Me molestó un poco la declaración de Jehnny sobre que Savages era una prisión creativa. Fue como una excusa para sacar su disco en solitario. Si bien hay una experimentación con otros ritmos, en To Love Is to Live hay mucho punk. El disco fue recibido favorablemente por la crítica pero no ha tenido un gran éxito de público. Lo cual es de lamentarse. Porque se trata de un trabajo excepcional. Es un disco dominado por dos estados de ánimo. Uno down y uno up. Con grandes baladas de electro rock como Flower o estallidos techno punk como «How Could You», a dueto con John Talbot.
Bob Dylan – Rough and Rowdy Ways
No sé si es a causa del Nobel, pero Dylan cada vez más parece spoken word. Rough and Rowdy Ways es dos discos, uno de baladas y blues a la manera de Dylan, y otro que asemeja a un poeta en una lectura en un bar acompañado por una música añorante. Soy fan from hell de Dylan y me gustan casi todos sus discos, menos el de navidad y en los que canta el songbook de Sinatra. Rough and Rowdy Ways me pareció un disco decente, pero no la obra maestra que dice la crítica que es. Desde Time Out of Mind ningún disco de Dylan me ha robado el sueño.
Pearl Jam – Gigaton
La carrera de Pearl Jam está marcada por la desigualdad. Tampoco sacan discos malos, pero sí de transición. Y Gigaton es uno de ellos. Siempre ocurre lo mismo. Sacan dos o tres discos decentes y luego deslumbran con un trancazo. Y sin embargo, experimentas una especie de vacío al terminar de escuchar Gigaton. Esperas algo más, es Pearl Jam. Pero la verdad es que se repiten. Llama la atención que «Quick Scape» suena como Jack White tocando a Led Zeppelin. Lo que lo hace a uno preguntarse cuánto gas le quedará a la banda. Lo que sí es de agradecerse es que Eddie Vedder siga cantando tan bien.
A pesar de tener tiempo suficiente durante el confinamiento, se me quedaron varios discos enlatados: el nuevo de Jarvis Cocker, el de Ozzy Osburne, el de Tame Impala, etc. Los tengo de tarea. Recuerdo que al principio de la propagación del virus uno de mis temores era que las bandas decidieran no sacar sus discos hasta el final de la pandemia, pero por fortuna no fue así. La música sigue viviendo debajo del tapabocas.