La dignidad es la materia que impulsa el deseo de otro modo de vida y expresa un levantamiento que ha dejado de temer a la muerte porque en su diagnóstico del «estado de cosas» la muerte por asfixia, más lenta o más rápida, es lo que ofrece una civilización que se cae a pedazos.
El pasado 18 de octubre, el pueblo salió a las calles del sur de Bogotá para recibir a la Minga del suroccidente colombiano. La Minga social y comunitaria por la defensa de la vida, el territorio, la democracia y la paz comenzó el 10 de octubre en el municipio de Caldono, Norte del Cauca. Ante la negativa del presidente Iván Duque de reunirse con ellos en sus territorios, alrededor de diez mil mingueros y mingueras provenientes de pueblos indígenas, poblaciones afro, comunidades campesinas, movimientos estudiantiles y organizaciones sindicales, decidieron viajar a Bogotá para sostener un debate político con el presidente.
El 18 de octubre pasado una abrumadora mayoría de bolivianos corrigió en las urnas el rumbo delirante en el que había entrado el país desde el golpe de Estado del 10 de noviembre de 2019. La noche de ese domingo los principales medios de televisión anunciaron que a las ocho en punto se conocerían los resultados de bocas de urna y conteos rápidos de encuestadoras privadas, pero algo sucedió.
Vivimos tiempos de desencanto, una época de desilusiones que incluso los más derrotistas frankfurtianos del siglo XX en el marco de las guerras mundiales y la barbarie humana habrían inscrito como un drama antiutópico. La descomposición democrática; la necropolítica que la tragedia pandémica activó; el rotundo desprecio por la vida de los siempre invisibles; la instalación de proyectos políticos abanderados por sectores ultraconservadores que deliberadamente cercenan derechos.