«¿Están animados o no, estos seres que se alzan y estremecen con tales muestras de vida? ¿Acaso se creen humanas estas criaturas? Y si así es, ¿hasta qué punto podrían, merced a la pura intensidad de su convencimiento, llegar a serlo?
(En Praga, la ciudad del Golem, una imagen puede cobrar vida)».
Angela Carter, Alicia en Praga o la curiosa habitación
Durante la primera sesión en el Curso X de apreciación cinematográfica, el alumno le pregunta al profesor qué bibliografía recomienda para entrar en materia. Este suelta la frase lapidaria: «¿Bibliografía? Estamos estudiando cine. ¿Qué libros quieres leer? Mejor métete a las salas de proyección hasta que te sangren los ojos».
Las imágenes nos traspasan para instalarse detrás de las órbitas oculares y anidar en la corteza visual del lóbulo occipital del cerebro; suelen dejar algo a su paso al mismo tiempo que abren un abanico de asociaciones. En este caso, la imagen de los ojos que sangran por tanto ver tiene cierta cercanía con la emblemática escena del ojo rebanado de Un perro andaluz de Luis Buñuel. El mundo y sus imágenes entran por los ojos, que son la puerta grande a la experiencia. Los ojos sangrantes referidos por el profesor del Curso X de apreciación cinematográfica me hacen pensar en las películas de superhéroes, o alguna otra en la línea de Michael Bay, con su cgi, animación 3D, un arsenal de filtros, y todo el catálogo de efectos digitales. Los ojos quisieran escurrirse de tanta floritura.
A diferencia de este tipo de películas, existen otras tantas que tienen la capacidad de colmar los ojos de experiencias estremecedoras. El trabajo del director checo Jan Švankmajer (Praga, 1938) pertenece a este tipo de cine. Para sumergirse en su particular universo, como nos dice la voz en off al inicio de su adaptación de Alicia en el País de las Maravillas, solo basta un pequeño acto de fe: Para ver, cierra los ojos.
«Construyo mis propios golems para protegerme de los pogromos de la realidad».
La impronta del autor es constante tanto en sus cortometrajes y películas, como en sus collages, esculturas, o artefactos masturbatorios. Todo está encaminado a producir un estado de conmoción, mezcla de asco, maravilla, horror y humor gástrico. El «efecto Švankmajer» es inconfundible. El director —término inexacto para definir su postura creativa— ha logrado evadir las principales convenciones del lenguaje cinematográfico, conformando un conjunto de obra única, solo comprometida con la absoluta libertad creativa.
Como un gabinete de curiosidades, o Wunderkammer, sus obras contienen criaturas de todo tipo. Muestras minerales y botánicas, híbridos zoológicos, artefactos cotidianos, juguetes y grabados antiguos, gigantescas lenguas de res que se arrastran por el suelo…etc. Al igual que en la pintura de Salvador Dalí, Naturaleza muerta viviente, todos estos objetos son animados por un espíritu vital producto de la técnica de stop motion que ha consagrado a Švankmajer como un maestro de la animación. No en vano, el autor declara que su trabajo como animador es similar al de un alquimista que insufla de vida la materia inerte.
La constelación de sus influencias abarca a la Praga mágica y el legado barroco de la corte de Rodolfo II de Bohemia, con sus alquimistas, matemáticos y artistas, entre ellos Giuseppe Arcimboldo, Tycho Brahe, John Dee y Bartholomeus Spranger. Es notable la influencia de las formas populares de teatro, como las marionetas y máscaras, así como la propuesta estética del Teatro Negro. En lo literario se encuentran Gustav Meyrink, Karel Čapek, Poe, el Divino Marqués, Lewis Carroll, y el ineludible Kafka. El control ideológico de la Checoslovaquia del estalinismo, así como el discurso libertario del ´68 resuenan en algunos de sus trabajos más politizados. Con esta materia prima es que Švankmajer ha logrado erigir su obra como una defensa de lo fantástico.
«Sé un completo sumiso de tus obsesiones. Tus obsesiones son, con mucho, lo mejor que posees».
El eje articulador de este cúmulo de referencias es el surrealismo, al grado que a Švankmajer se le considera el «último gran surrealista vivo». Es necesario señalar que, en este caso, surrealismo no debe ser entendido como un ejercicio de esteticismo, o como una prolongación del movimiento de vanguardia artística concluido al inicio de la Segunda Guerra Mundial. En este contexto, el surrealismo es una búsqueda trascendental, una práctica que actúa en todos los niveles de la vida personal y colectiva. Desde su adhesión al Grupo Surrealista Checo en 1973 hasta la fecha, la fructífera militancia de Švankmajer ha estado a la orden de la creación de imágenes relacionadas con la exploración del subconsciente personal, pero, sobre todo, con los sueños y la vida interior de la colectividad: «El surrealismo es un viaje a las profundidades del alma, como la alquimia y el psicoanálisis. Sin embargo, a diferencia de estos, no es un viaje individual sino una aventura colectiva».
Si el espectador hace un recorrido desde sus primeras películas producidas en los años sesenta, los cortometrajes emblemáticos como Dimensiones del diálogo y Comida, pasando por hitos como Alicia, Fausto, o Conspiradores del placer, hasta su última película a la fecha, Insectos, descubrirá que cada una es un ejercicio catártico / digestivo, o el exorcismo de alguna de sus muchas obsesiones. En este sentido, la comida es el gran disparador de una maquinaria surrealista que explora
el hecho de que para vivir consumimos a otros seres vivos. El acto de comer es destructivo en sí mismo, y a decir del autor, la sociedad contemporánea, voraz y omnívora, no es sino la consecuencia de este mecanismo antiguo como la vida. A manera de reflejo de esta relación, las películas de Švankmajer son notablemente violentas, siempre matizadas por su humor pesimista y oscuro. Están tramadas desde un inicio para conmocionar al espectador al confrontarlo con la dialéctica de creación, sometimiento y destrucción, todo ordenado en una suerte de fuga circular.
«En ocasiones veo mis propias películas una vez que están hechas y me pregunto con desesperación cómo he podido pensar algo así».
Regresemos por un momento con nuestro profesor del Curso X de apreciación cinematográfica y su respuesta entre sardónica e iluminadora. ¿Qué bibliografía sobre cine habría de recomendarle a su alumno? Las posibilidades son abrumadoras, pero aventuro que debió de haberle recomendado Para ver, cierra los ojos, libro publicado originalmente por la editorial española Pepitas de Calabaza en el 2012. Este contiene textos autobiográficos y de creación, entrevistas, decálogos, e imágenes que dan testimonio de la peculiaridad de Jan Švankmajer. Acaso el alumno no aprenda gran cosa de historia del cine, o adquiera herramientas técnicas o léxico especializado, pero en vez de ello se encontrará de frente con un libro que le hará manifiesta la naturaleza de las imágenes —visuales, oníricas, cinematográficas o poéticas—, así como la certeza de que es necesario cerrar los ojos para llegar a las imágenes interiores, las perlas del subconsciente.