Los feminismos no están por fuera del orden racial y de clase que nos ordena globalmente. Pero la gran incógnita es cómo vamos a tramitar estas contradicciones experimentadas al interior de los movimientos emancipadores que, por un lado, eviten una división irreconciliable entre facciones o particularidades y, por otro, que debilite la construcción de solidaridades entre los oprimidos del capitalismo patriarcal.
Existe una corriente minoritaria del movimiento feminista que considera que no todas las mujeres somos iguales, sino que hay unas mujeres mujeres (al mejor estilo machista que considera que hay machos bien machos) y otras, que por no tener útero y no menstruar, no podemos compartir la misma categoría de derecho que las primeras (a pesar de habernos integrado a la sociedad como mujeres y haber sufrido toda la vida la misma violencia machista).
Si los feminismos estuvieron históricamente en los márgenes de las reivindicaciones del campo popular, ¿cómo llegaron a popularizarse? Y, ¿significa este crecimiento exponencial de los feminismos en nuestro país que hoy hay un «pueblo feminista»? ¿O que el feminismo es ahora populista? ¿Qué implicaciones trae este excesivo despliegue a la política feminista?
Freud siempre ha sido importante para mí, al menos hasta donde puedo recordar mi trayectoria como alguien a quien le gusta leer libros sobre la vida y la mente. Cuando era joven tenía los mismos prejuicios contra el psicoanálisis que mucha gente tiene, a saber, que reduce el deseo y las ideas a un crudo relato de la estructura edípica. Pero entre más leía, más comprendí el psicoanálisis como una práctica de interpretación, y eso modificó mi punto de vista.