I
Algo así tiene que ser el hogar:
Oír fandangos mientras las ovejas van
tras sus corderos
Rebuscar con los dedos las raíces
Ofrecer a los tubérculos los tobillos
Convertir la voz en ternura
y en presa
Prometerme una y otra vez
que nunca escribiré en vano
un libro con las mismas
manchas
II
su voz llena de ternura
su voz
cuna nido madriguera
una forma de aferrarse
no os engañéis,
la anatomía del canto
la ejerce más el macho
que la hembra.
III
Estaba muerto
estaba muerto pero insistía en que le abrazara
quería saber de la larva, del depredador y de la
venda
de la madriguera, del furtivo, de la umbría
un registro de pisadas, vocales y ramitas
¿Acaso le dejaron sus animales en el momento
de la muerte?
IV
Sangre no es la palabra:
quizás un temblor
En los bordes de la herida,
¿quién alimenta a quién?
Carta al padre
No manches la piel al desangrar el cordero si del error nace la belleza al pasar la aguja en el silencio se hace el grito hombres de sangre y tierra nunca lloran mejilla quemada de hacerle sombra la voz de la casa torciendo al limonero llamando a todas las liebres Casilda Padre que me quede como estoy no aguantaré como los puntos que se hacen en un estómago tampoco soy la enredadera que siempre pasa el invierno dime qué anoto ahora en este cuaderno si todos los pájaros no cantaron o se escondieron de lejos siempre un caballo tumbado se está muriendo yo no quiero que mi amor se muera yo quiero la levedad de los insectos el albero levantándose sigiloso la infancia que tuve un cuchillo en la garganta