La literatura escrita por una generación de jóvenes narradores es el gran ejemplo de que se puede decir más de un personaje en pocas páginas bien escritas que en una novela pretenciosa en la que abunden los recursos pero que no logra llegar a ninguna parte.
Advertencia para el y la lectora. Hay que leer este texto por ratos, para poder respirarlo y llorarlo. Para los mesoamericanos, este libro ofrece formas concretas para narrar la ira y la vergüenza, la tristeza y el desasosiego.
No / no empieces no empieces ahora, de nuevo / no empieces a encerrar mundos en corsé; con cordones de palabras / ata, determina, tuerce palabras
Duras estuvo treinta años trabajando este material en una abstracción narrativa tras otra. Una vida al servicio del deseo solo sirvió para confirmar lo que había aprendido en la habitación de postigos cerrados del barrio chino de Saigón en 1932.
Qué frase es lo suficientemente buena y cuál no satisface los criterios de calidad, lo deciden los agentes especiales y el vendedor no tiene derecho de queja.
No pensaban igual. El Primero acercaba su cara a la del Segundo, extendía sus brazos, lo amenazaba con el índice, como si quisiera sacarle un ojo.
Los pasos de fauna son construcciones que permiten a los animales cruzar barreras construidas por los humanos y conforme se ha difundido en el mundo la necesidad de preservar y respetar la vida silvestre, se han vuelto más y más comunes.
Cuando hablo de series de televisión, para mí hay un alfa y un omega y es The Wire. Con cinco temporadas y sesenta episodios, producido por hbo, este es el programa que anunció que el arte del siglo veintiuno serían las series audiovisuales de largo aliento.
Lo chingón de Looking! fue que no imponía castigos ni moralejas a sus protagonistas. Pero esa decisión no agradó a los grupos de activistas gays. Entre sus objeciones más insistentes se encontraba el hecho de que los miembros del trío protagonista parecían ajenos a causas que dignifican al colectivo.
En algún momento, recuerdo, durante los primeros e inciertos meses del confinamiento, decidí dejar de estar pegado a las noticias. Era una sensación extraña: había una especie de continuidad, pero también una fragmentación. Como ocurría con otros fenómenos televisivos.
Mientras la protagonista languidece al final del día con un té de manzanilla y un mango enchilado, la gata prende la computadora al pasar desconsideradamente por encima de todas las partes sensibles de la máquina. Hace lo mismo con el proyector cuando su patita peluda tira su control «por accidente».
Desde su inicio, Californication se reveló como un instrumento de azote para las buenas conciencias. El columnista australiano del Herald Sun se ofendió porque una mujer disfrazada de monja le pegaba una mamada al protagonista en una iglesia.
Podríamos preguntarnos cuál es la gran diferencia entre lo ocurrido en el año 2002 y lo que está ocurriendo ahora mismo en Colombia, más allá del alcance nacional del malestar social. La respuesta es muy sencilla.
La existencia de lo fantasmal no tiene que ver con una cuestión de fe. Están ahí y, en simultáneo, no lo están. Transitamos entre ellos y nos trastocan el tiempo.