Podríamos preguntarnos cuál es la gran diferencia entre lo ocurrido en el año 2002 y lo que está ocurriendo ahora mismo en Colombia, más allá del alcance nacional del malestar social. La respuesta es muy sencilla.
La existencia de lo fantasmal no tiene que ver con una cuestión de fe. Están ahí y, en simultáneo, no lo están. Transitamos entre ellos y nos trastocan el tiempo.