Dossier: Adictos a las series

Looking!

Wenceslao Bruciaga

La serie que comprobó el mito del orgullo gay

El piloto de Looking! arrancaba con el personaje de Patrick Murray, interpretado por Jonathan Groff ,haciendo cruising en las alturas del Buena Vista Park al centro de San Francisco, entre ramas de árboles y braguetas a punto de reventar. El cruising era la actividad de sexo gay anónimo en lugares públicos. Casi siempre parques. Aunque podrían ser cines porno, baños públicos o, en el caso de la Ciudad de México, el último vagón del metro. Era, pues si bien sigue existiendo, la adrenalina del asalto de la caricia callejera que definía al cruising ha sido sustituida por el algoritmo de las apps. Ahora, en lugar de golpear la calle, tan solo se busca una conexión a wifi que dé acceso a una cuadrícula de perfiles de hombres a la redonda, agrupados según el GPS con sus personalidades y deseos sexuales descritos bajo la foto de presentación. El nombre de la serie hace referencia a una de las muletillas gramaticales que más se usan al iniciar una conversación en la apps de ligue gay como Grindr o Scruff. Cuando se teclea Looking? se pregunta si se está buscando sexo.

«Pensé que eso del cruising ya no existía. Fue excitante pero al mismo tiempo extraño. Se me empezaba a poner dura cuando el teléfono sonó. Pensé que era mi madre. Fue horrible, como si supiera dónde estaba y me estuviera previniendo de convertirme en esos gays que buscan sexo en el parque», le dice Patrick a sus otros dos amigos que conforman los protagonistas de la serie, Agustín Lanuez (Frankie J. Alvárez), artista contemporáneo algo atorado en su carrera y Dom Basaluzzo (Murray Bartlett), mesero que gasta su sueldo y propinas en proteínas que le mantienen los músculos durísimos y deseables.

«Así que por fin eres un gay pervertido, Patrick. Vamos. Pórtalo con orgullo», le alienta Agustín mientras suben al bus hablando de bourbon, mariguana, el último hombre que se cogieron, qué tan rápido se vienen en citas de sexo anónimo y preguntándose desde hace cuanto no ligan en el San Francisco real gracias a la época dominada por la propulsión de la conectividad en aquel capítulo piloto.

Looking! salió al aire el 19 de enero de 2014 con episodios de media hora, bajo el esmerado riesgo que en teoría caracteriza a las producciones de hbo. Pero su tropiezo comenzó con la publicidad del lanzamiento. Al no tener referentes exactos o, mejor dicho, justos sobre homosexuales en la televisión que no fuera Queer as Folk —cargada de cierta frivolidad sobreactuada y sexualidad excesiva que, por su novedad, también fue su único gancho de interés—, al equipo de marketing se le ocurrió que era buena idea describir la serie como la versión gay de Sex and the City y Girls.

Gran error.

Looking! atentaba contra la reivindicación de esos dos títulos femeninos que buscaban desestabilizar estereotipos que perseguían a las mujeres. El acierto de Looking! fue ser descaradamente honesto con la realidad de la homosexualidad cisgénero. Argumentar los estereotipos por los cuales es anárquica e incómoda.

Problemáticas como la aceptación, las salidas del clóset en el centro de familias conservadoras o de tradiciones latinas, el costo de vivir anclado en el barrio de Castro —considerado la capital gay del mundo—, que en 2014 empezaba a encarecer la vida diaria debido a los empleados de empresas como Twitter que llegaban a la Bay Area, son atravesadas por las debilidades indisolubles de ese instinto depredador propiciado por la testosterona. De modo involuntario, Looking! se convirtió en el documento histórico de un San Francisco que prácticamente ya no existe.

Michael Lannan, creador rotundo de Looking!, ya contaba con una respetable experiencia en dilucidar con acritud las capas de todo lo que se impone y se entiende como masculinidad. Había sido uno de los macizos guionistas de Sons of Anarchy, aquella serie que se entrometía en la barbuda monotonía de un club o cartel siempre al borde de la secta de motociclistas profesos a la religión Harley-Davidson que subsistían a través de ingresos ilegales como el tráfico de drogas y armas. Pero si algo palpitaba en Sons of Anarchy era una opresiva tensión entre el machismo del club y un homoerotismo que buscaba válvulas de escape en la pertenencia a un grupo conformado exclusivamente por hombres y por el que estarían dispuestos a morir con tal de no ser expulsados. O en la adoración al modelo Dyna 1500 super glide de la Harley, el más popular entre los miembros del clan.

Baltazar 2

Visto bajo la lupa de la corrección política que hoy se impone en los medios, el trío protagonista de Looking! sin duda se complacía en lo que hoy se entiende como masculinidad tóxica. No obstante, ese debate era parte del guion. Cuando los protagonistas conversaban sobre su inexplicable fijación por los hombres guapos y mamados también se cuestionan sobre qué tan programados debieran estar por un sistema económico que ha absorbido la disidencia gay con velocidad salvaje. Una postura de ver la vida que muchos califican de homonormados. ¿En qué momento los homosexuales pasamos de ser los antinaturales propagadores de vih a ser el nicho económico más rentable y consumista con la invención del dinero rosa?

Lo chingón de Looking! fue que no imponía castigos ni moralejas a sus protagonistas. Pero esa decisión no agradó a los grupos de activistas gays. Entre sus objeciones más insistentes se encontraba el hecho de que los miembros del trío protagonista parecían ajenos a causas que dignifican al colectivo.

Por lo visto, un gay que no es activista y vive su sexualidad libremente merece ser borrado de las idiosincrasias de la televisión. Para muestra tenemos aquellas sitcoms multipremiadas por la supuesta inclusión de diversidades sexuales pero que de sexual no tienen nada. Quizás el prototipo más frustrante sea Will & Grace. Que pone a su personaje gay, el infalible Will, como un activista comprometido con cuanta causa rosa se le ponga enfrente, pero prácticamente asexuado. Sin intimidad ni atisbos de erotismo. Si en cambio algo dejó claro Looking!, es que la homosexualidad era un asunto de dar y darse por culo y todo el revoltijo de emociones a causa de ello. A mitad de la primera temporada, grupos de activistas gays lanzaron publicaciones en las que acusaban a la serie de transmitir ideas desacertadas de lo que implicaba ser gay. Que le faltaba mensajes positivos e integrales. Tal parece que la única forma de legitimar a los putos en la pantalla chica es poniéndonos como Muppets de un Plaza Sésamo sobre la tolerancia y la diversidad.

Los productores buscaron reorientar la serie metiendo temas de activismo en la segunda temporada, en un movimiento que se sintió forzado. Quien se llevó el madrazo ilógico fue el personaje de Agustín, que de ser un hombre que no tenía prejuicios con hacer tríos o participar en orgías de pronto se unía a un grupo activista que nada tenía que ver con su carácter artístico y despreocupado de los primeros capítulos.

Pero Looking! había nacido en desventaja. A pesar de las buenas críticas, la mayoría escritas por bugas, nunca alcanzó grandes números de audiencia. Mucho menos si se comparaba con las otras joyas sexuales de la hbo con la que se le emparentó: Girls y la clásica Sex and the City. La premisa de mostrar las aventuras cotidianas de un grupo de homosexuales para demostrar que todos somos iguales ante la complejidad humana solo interesó a los homosexuales. Y, de entre ellos, solo a unos cuantos.

Paradójicamente, Looking! fue cancelada a un año de su estreno por mostrar una realidad gay pulsante, que los mismos gays se niegan a confirmar. Verse sin filtros de condescendencia vino a demostrarnos que después de tantos años de lucha, el supuesto orgullo era un mito que solo servía para efectos de inclusión decorativa. A pesar de que maman verga cada que pueden en las mismas circunstancias que sus personajes. Se hizo una película como último capítulo para darle un cierre digno ante el apresurado anuncio de que no habría una tercera temporada, a pesar de que los personajes tenían todo el material existencial para ello.

Pero no todo es un estrepitoso fracaso en Looking! Aunado al hecho de que siga sin alcanzar un estatus de culto con sus dos temporadas fáciles de encontrar fuera de la carísima plataforma de hbo, se devela una amenazadora incongruencia. Que una de las grandes conquistas del activismo a lo largo de todos estos años sea el asimilar el clóset como utensilio de sobrevivencia. La única forma de entender que el mismo público homosexual pugne por mantener nuestras conductas homosexuales en modalidad oculta en las series que se venden como orgullosos productos gays.

Abrazar la autocensura de nuestras propias coherencias eróticas se ha instalado en nuestro adn social. Un fenómeno que Looking! pretendía combatir desde la visibilidad progresista que tanto exigen los grupos de activistas gays. Sin éxito.

Ilustración de David Baltazar