Lecturas

Frase

Goran Petrović

La industria norteamericana del cine compra frases (aunque otras industrias relacionadas no quedan exentas de ello). Le interesan, desde luego, los derechos de novelas o relatos para su adaptación al cine, pero están dispuestos a comprar una sola frase inclusive. Una buena frase. Qué frase es lo suficientemente buena y cuál no satisface los criterios de calidad, lo deciden los agentes especiales y el vendedor no tiene derecho de queja. Tampoco la remuneración es objeto de negociación, sino de la libre estimación del comprador, de la situación en el mercado de frases, de la relación entre la oferta y la demanda mundial... El precio, por lo general, no es alto. No obstante, un autor perspicaz puede llegar a ofrecer dos o tres frases, o varias decenas de ellas... de ese modo, al final, cuando la pequeña ganancia se multiplica por el volumen de ventas, se obtiene una suma bastante decente para nuestras circunstancias. Lo que quiere decir, para sobevivir.

Me da mucha curiosidad saber qué tipo de frases llaman la atención de los agentes, cuáles les parecen buenas, pero me interesa aún más qué pasa después con la «mercancía». Esta, sin duda, llega a ser escrita, registrada, anotada en alguna parte, probablemente clasificada, por ejemplo, como una frase amorosa o una que expesa sufrimiento.

Pero: ¿acaso el comprador adquiere el derecho vitalicio de su uso? En otras palabras: ¿el vendedor pierde para siempre el derecho a disponer de esa frase? ¿Qué pasa si más tarde en la vida llega a necesitar justamente esa oración? ¿Debe quedarse callado hasta estallar o se arriesgará a pronunciarla aunque sea tan solo como un susurro, tan solo para sus propios oídos? Finalmente, ¿se puede recuperar y volver a poseer una frase enajenada? Hay muchas cosas sobre las que habría que deliberar antes de que el apuro obligue a alguien a vender una sola frase incluso. Por lo general empezamos pensando que no necesitamos de una oración, luego que tampoco precisamos de esta otra; una tercera, demasiado larga, hasta sale sobrando... Por lo general empezamos así, pero después no tenemos nada que decir y solo negamos o asentimos con la cabeza. Así empezamos y después, solo nos llevamos las manos a la cabeza.

Pero, ¿qué es lo que hacen los agentes de la industria del cine con las frases compradas? ¿Las funden en una fundidora como si fueran fierro viejo, porque buscar una veta nueva es un proceso lleno de incertidumbre y los demás trabajos de minería que siguen son aún más peligrosos e incomparablemente más costosos? ¿Las funden como si fueran «pedacería de oro», ese oro viejo que perteneció a una familia por generaciones y luego fue paulatinamente vendido según su peso, en el que no importan ya ni la hechura ni los recuerdos, porque va a adquirir una nueva forma «según el último grito de la moda»? ¿O las frases se quedan tal y como son, pero en un entorno completamente distinto, junto a otras oraciones estimadas como «buenas»? ¿Qué siente el antiguo dueño al reconocer su frase en una película en la que todo lo demás no es suyo? En una película que se hizo transplantando cientos de frases compradas por poco dinero a la gente necesitada en todo el mundo. ¿Está triste, acaso asqueado, ofendido con algo o, al ver la película con esa única frase suya, siente en el centro de su pecho algo que se está muriendo lentamente, tal y como dicen que se sigue sintiendo y sigue doliendo un miembro amputado mucho tiempo después de la amputación?

Hace poco me enteré de que la industria cinematográfica norteamericana compra frases buenas, aunque otras industrias relacionadas no quedan exentas de ello. Se puede. Tienen con qué. Resulta lucrativo. Esa no es la cuestión. Ellas pueden permitirse eso. La cuestión es: ¿podemos nosotros permitirnos ese despilfarro, cuando las únicas dos cosas de las que no escaseamos son las frases, más o menos buenas, y la carencia? ¿Acaso nos va a quedar solo lo último?

Traducción de Dubravka Sužnjević