En Falsa guerra, mientras se narran travesías de otros cubanos dentro y fuera de Cuba, el autor enfrenta la trama más íntima: la transformación a través del reconocimiento del dolor de quien ha tenido que convertirse en testigo de su tiempo, y encima de ello, en testigo de sí mismo en su tiempo.
Verde agua es, simplemente, el testimonio de una vida por periodos muy dura, fascinante, vivida con plenitud en un presente constante que fluye a lo largo de sus páginas.
La frustración de los palestinos es fácilmente comprensible: desde hace más de cincuenta años (desde la guerra de 1967) están atrapados en Cisjordania en una especie de limbo, sin identidad, refugiados en su propia tierra.
Se dice, pues, «judío» de aquel al que despreciamos, maltratamos y eventualmente matamos, pero también de aquel al que no reconocemos capacidad para sangrar si le pinchan, para reírse si le acarician, para reaccionar con dignidad si le ultrajan.
Pienso que la política israelí hacia la franja de Gaza, especialmente desde que Hamás llegó al poder y desde que Israel impuso un asedio en la Franja, eventualmente crea una situación que puede llevar a una muerte masiva y a la insostenibilidad en la Franja de Gaza.
Durante las últimas dos décadas, muchas personas y organizaciones respetadas han designado al régimen que Israel ha establecido en los Territorios Palestinos Ocupados como una forma de apartheid. Un pequeño subconjunto de estas personas y organizaciones designó al régimen que Israel presidió en toda la «Palestina histórica», es decir, desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo, como apartheid.
Hablando desde el resentimiento: me sigue pareciendo injusto y escandaloso que el onomástico por los treinta años del Nevermind pase de largo. Inadvertido como los discos y conciertos de Elbow.
Podríamos decir que la única tragedia que inauguró nuestro reciente siglo xxi es la repetición de la farsa como mecanismo de control de la historia.
No importa que Q Magazine hubiera calificado a Never Mind the Bollocks como el álbum más influyente de la década de los setenta. Para ellos eran basura.
Ordenando las cosas, reconocí la mirada de su perro en la de Clint Eastwood. Era una taza de porcelana japonesa rota, en la taza japonesa que. Los niños fueron los primeros.
Para Derrida la deconstrucción no es un concepto ni un método ni una noción, sino más bien un acto, un acontecimiento o algo imprevisible que no está ligado a la doble tradición de la Destruktion y del Abbau, sino a un trabajo del pensamiento inconsciente en el sentido freudiano: eso se deconstruye.
Les expliqué, no me quedaba más remedio que escribir un cuento. No sé cómo será, añadí, pero en cuanto lo termine se los haré llegar.