1.
Durante las últimas dos décadas, muchas personas y organizaciones respetadas han designado al régimen que Israel ha establecido en los Territorios Palestinos Ocupados (tpo) —Cisjordania, incluyendo Jerusalén Este y Gaza— como una forma de apartheid. Un pequeño subconjunto de estas personas y organizaciones designó al régimen que Israel presidió en toda la «Palestina histórica», es decir, desde el río Jordán hasta el mar Mediterráneo, como apartheid.
2.
Este escritor, durante mucho tiempo, dudó en ir más allá del amplio consenso que designó a los Territorios Palestinos Ocupados como un régimen de apartheid, dejando abierta la descripción legal adecuada del régimen dentro de la Línea Verde. Sin embargo, mientras investigaba un extenso apéndice legal a Gaza: Una investigación sobre su martirio, este escritor fue persuadido de que toda el área desde el «río hasta el mar» debería denotarse como un régimen de apartheid. La base de esta conclusión fue simple y directa: A) la característica definitoria de una ocupación según el derecho internacional es que es temporal; si no es temporal, constituye una anexión ilegal; B) después de más de medio siglo de «ocupación» israelí, y después de repetidas declaraciones del gobierno israelí de que no tenía la intención de retirarse de los territorios palestinos ocupados de conformidad con el derecho internacional, la única inferencia razonable era que los territorios palestinos ocupados habían sido anexados de facto, independientemente de la etiqueta legal formal que Israel les haya puesto; C) Israel «desde el río hasta el mar» constituía así una entidad única; si el régimen que presidía privó de sus derechos o calificó severamente los derechos de ciudadanía de su población no judía, entonces constituía un régimen de apartheid.
3.
La respetada organización israelí de derechos humanos, B’Tselem, ha llegado oficialmente a esta conclusión: «La zona entera entre el mar Mediterráneo y el río Jordán está organizada bajo un solo principio: avanzar y consolidar la supremacía de un grupo —judíos— sobre otro —palestinos—». «Un régimen que utiliza leyes, prácticas y violencia organizada para cimentar la supremacía de un grupo sobre otro es un régimen de apartheid».
4.
El documento de posición de B’Tselem se centra en cuatro aspectos del apartheid israelí. Dos aspectos —la inmigración solo para judíos y el desarrollo de tierras solo para judíos— operan en todo este Estado supremacista judío; y los otros dos aspectos —los bloqueos a la libertad de movimiento y a la participación política— son cualitativamente más pronunciados en Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental y Gaza. Sin embargo, la opinión de este escritor es que, por repugnantes que sean estos rasgos del régimen israelí, el aspecto que más manifiesta su carácter supremacista judío es la inutilidad que atribuye a la vida palestina. Como B’Tselem y otras importantes organizaciones de derechos humanos han documentado literalmente a diario, los palestinos son habitualmente asesinados con impunidad por ciudadanos israelíes, policías y personal militar. Estos asesinatos no despiertan interés, y mucho menos protestas, del público judío israelí. La inutilidad asociada a la vida palestina se puso de manifiesto vívidamente durante la Gran Marcha del Retorno a Gaza. Una Comisión de Investigación de la onu encontró que «los manifestantes que estaban a cientos de metros de las fuerzas israelíes y que participaban visiblemente en actividades civiles fueron baleados intencionalmente. Fueron fusilados periodistas y trabajadores de la salud claramente identificados como tales, así como niños, mujeres y personas con discapacidad». También encontró «motivos razonables para creer que las fuerzas de seguridad israelíes mataron y mutilaron a manifestantes palestinos que no representaban una amenaza inminente de muerte o lesiones graves para otras personas cuando recibieron los disparos». El ministro de Defensa de Israel, Avigdor Lieberman, declaró durante la prolongada ola de asesinatos: «Los soldados israelíes hicieron lo necesario. Creo que todos nuestros soldados merecen una medalla».
5.
El documento de posición de B’Tselem y la reacción al mismo arrojan una luz esclarecedora sobre los procesos en curso (o, más exactamente, no en curso) en la Corte Penal Internacional (cpi). El punto que se está resolviendo actualmente en la cpi es si «Palestina» constituye un Estado. (Solo un Estado puede presentar una denuncia ante la Corte). El documento de B’Tselem afirma correctamente que «la Autoridad Palestina todavía está subordinada a Israel y solo puede ejercer su poder limitado con el consentimiento de Israel», y que Israel tiene sobre los palestinos «el control de inmigración, registro de población, planificación y políticas territoriales, agua, infraestructura de comunicaciones, importación y exportación y control militar sobre el espacio terrestre, marítimo y aéreo». Un abogado supremacista judío, Eugene Kontorovich, alega, en oposición al informe de B’Tselem, que los palestinos tienen su propio gobierno, lo que hace que cualquier conversación sobre el apartheid sea «inaplicable». Pero, obviamente, no es así, lo que hace que todas las conversaciones sobre el apartheid sean más que aplicables. Curiosamente, distinguidos abogados timadores y supremacistas judíos de todo el mundo presentan escritos ante la cpi argumentando que la Autoridad Palestina es impotente y, por lo tanto, no califica como un Estado capaz de presentar una denuncia. Ahora, frente al documento de posición de B’Tselem, los abogados judíos supremacistas de Israel se ven obligados a argumentar que los palestinos poseen su propio gobierno, por lo que Israel no puede ser un Estado de apartheid. Por otro lado, los amicus curiae de la parte palestina argumentan que la Autoridad Palestina ejerce una gama de poderes sólidos y, por lo tanto, califica como un Estado según el derecho internacional. Esto, por supuesto, es ridículo. El mejor argumento hubiera sido que, si Palestina no es un Estado, es porque Israel ha estado negando brutalmente a los palestinos su derecho internacionalmente consagrado a la autodeterminación y, por lo tanto, la cpi no debería recompensar la infracción de la ley por parte de Israel negando la denuncia palestina. En cualquier caso, un alto funcionario de la Autoridad Palestina, el infinitamente corrupto Nabil Shaath, reaccionó al informe de B’Tselem afirmando con seguridad: «No hay país en el mundo que sea más claro en sus políticas de apartheid que Israel». Pero si Israel es un Estado de apartheid, ¿acaso no lo convierte eso a él y a su ap en colaboradores subagentes de ese Estado?
6.
En un nivel político-práctico nos podemos preguntar si denotar a Israel como un régimen de apartheid promoverá la causa ante el público en general. El apartheid en Sudáfrica se extinguió hace tres décadas. La memoria histórica de la mayoría de la gente es corta.
Es cierto que el apartheid es un crimen discreto según el derecho internacional, pero Israel ha cometido tantos crímenes reconocidos internacionalmente como crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad, que la adición de uno más al acta de acusación no hará mucha diferencia. Sin embargo, denotar a Israel como un Estado supremacista judío resonará de manera convincente en el discurso público y sacudirá a los representantes y partidarios supremacistas judíos de ese Estado.
Esta terminología ahora lleva el imprimatur de B’Tselem. Los medios de comunicación establecidos invariablemente advierten: «Hamas, que pide la destrucción del Estado de Israel…». De ahora en adelante, los partidarios de los derechos palestinos deberían decir, en cada ocasión posible: «Israel, que es un Estado supremacista judío…»; «Benjamin Netanyahu, el primer ministro supremacista judío de Israel…»; «la Liga Anti-Difamación y la Junta de Diputados británica, que apoyan al Estado supremacista judío de Israel…». Si llegan a cuestionar este punto, la respuesta debería ser: «Pero una de las principales organizaciones de derechos humanos de Israel ha llegado a la conclusión de que Israel está organizado en torno al principio de la supremacía judía».