He escrito cinco textos autobiográficos con el objetivo de que ustedes, mis lectores, me conozcan más allá de mis posturas políticas y mi narrativa. En esta ocasión hablaré sobre mi experiencia en el mundo literario, decidí hacerlo en el marco de los festejos del veinte aniversario de Sexto Piso, porque es imposible hablar de mi carrera literaria y de mi experiencia en esta escena sin hablar de mi casa editorial.
Como ya lo narré en mi texto autobiográfico sobre mi carrera literaria, cuando empecé a escribir ni de pedo me imaginé formar parte un día del catálogo editorial de Sexto Piso. Esto porque en mi curva de aprendizaje solo los cñoros blancos que hablan con otros cñoros blancos, los amigos del editor, o las alumnas de los grandes maestros, tenían la oportunidad de publicar en una editorial. Pero después de que gané un par de becas literarias y un certamen nacional de cuento pensé que quizás no era tan imposible. Lo siguiente fue hacer un ejercicio de honestidad conmigo misma y preguntarme frente al espejo: A ver, culera, honestamente, si pudieras a dónde llevarías tu carrera literaria. Mi respuesta fue: al chile, quiero dinero, éxito, que muchas personas me lean, usar la escritura para visibilizar temas que me parecen importantes y conectar sobre todo con morras que nunca se han sentido representadas por la literatura. Simón, todo eso en un mismo multiverso.
Hay quienes ven la literatura como una necesidad vital o como un don o como una pasión o un hobbie. Yo no les juzgo. Para mí es muchas cosas al mismo tiempo, y entre esas muchas cosas sí están el éxito y el dinero, porque considero a la escritura sobre todo un trabajo. Un trabajo que me permite narrarle al mundo sobre racismo, sexismo, transmisoginia y clasismo, pero al final de cuentas, un trabajo. Luego de saber exacta y honestamente, sin hacerme la interesante, de que «escribo porque amo la literatura hasta que duele», hice un análisis de ¿mercado? Empecé, también con mucha honestidad, a hacer un trabajo de mapeo de escritoras de las que me gusta su trabajo literario, pero sobre todo hacia dónde están dirigiendo su carrera. Las empecé a leer como escritora: qué funciona, qué no, cómo logran que empaticemos, cómo abordan la violencia, cómo me siento ante ese abordaje y etcétera. Pero también a identificar en qué editoriales publican, cómo promueven su trabajo, dónde y qué estudiaron. Tracé un plan A, B y C para conseguir mis objetivos, basándome en los mapeos que realicé y en lo que aprendí de otras escritoras, pero sobre todo en mi ejercicio de honestidad. El pedo fue, inicialmente, que yo no tenía ni idea de cómo es que se manda un manuscrito a una editorial. Así que publiqué en Facebook que cómo se hacía para mandar un manuscrito. Varias editoriales muy chidas me pidieron leerlo y Tierra Adentro muy amablemente se ofreció a reimprimirlo, pero no era lo que yo quería. Yo tenía un plan A, B y C. Mi primera opción era sí Random House. Supe que estaban recibiendo manuscritos y entonces les mandé Perras de reserva y me acusaron de recibido, pero nunca me respondieron nada más. Los silencios siempre los interpreto como un no. Mi segunda opción era Sexto Piso. Me mamaba el trabajo que hacían con sus autoras. En esas andaba cuando Gabriela Jauregui, a quién conocí por Brenda Lozano, que fue mi tutora en el Fonca, me preguntó si tenía algún texto sobre «ser mujer en México» para la antología Tsunami 2, para Sexto Piso. De verdad que dije, Ya chingué. Me sentí como el Miklo de que cuando no esperas nada y obtienes todo, eso es destino. Gaby había leído previamente mi trabajo en Tierra Adentro y estaba interesada en mi voz narrativa. En ese momento yo tenía a «Feminismo sin cuarto propio» compitiendo en un certamen literario, y no había tenido suerte en el Premio Dolores Castro, pero yo seguía aferrada. Escribí al certamen para cancelar mi participación y le mandé el texto a Gaby. Le encantó. A ella y a todo mundo. «Feminismo sin cuarto propio» llamó la atención de Eduardo y empezó a buscar Perras de reserva para leerme
en narrativa. Luego de leerlo me buscó para externarme su interés en publicar una nueva edición. No le mostré mi emoción porque soy una criatura taciturna, pero por dentro estaba gritando de emoción desde que se presentó. Ya chingué. Ya chingué, pensé. Lo demás es historia. Perras de reserva ha tenido una recepción muy chida y estoy muy contenta. Para mí, ser publicada en Sexto Piso ha marcado un antes y un después, no solo en mi carrera literaria sino también en mi vida entera. Ha mejorado radicalmente mi calidad de vida.
Como cualquier persona cuando está feliz, he tuiteado acerca de mi felicidad y no han faltado los colegas que con mucha superioridad moral me dan lecciones sobre la industria editorial que está detrás del éxito de mi libro, o sobre mi falta de crítica o mi amor al dinero, o sobre mi falta de talento, o sobre que no amo a la literatura de verdad. Me da entre risa y coraje que personas que toda su vida han trabajado en la academia, dando clases, con plazas en universidades, o sí en la industria editorial, me aleccionen sobre precarización, conciencia de clase, crítica al sistema económico, a mí que hasta 2019 trabajaba en un tianguis vendiendo ropa de segunda para completar el mes. La audacia. O, peor aún, que me exijan sacrificio, dolor y sufrimiento por la literatura como una postura política, a mí que todos los días tiro paro a mujeres y personas con capacidad de gestar para que interrumpan sus embarazos en contextos donde el aborto es un crimen.
Todos los días delinco para tirarle el paro a otras, para hacer el mundo más habitable, y me pides que no me guste ganar dinero de mi trabajo porque eso no es ¿revolucionario? Perdón, pero cuando pones tu vida y tu libertad en riesgo por hacer el mundo más chingón, una puede darse ciertas licencias. Yo no estoy cambiando el mundo con una postura política, lo hago en la práctica.
Y no soy idiota. Claro que sé que mi éxito se debe a que estoy respaldada por una editorial que tiene mucho prestigio. Y sé que también estoy en un contexto donde hay una alta demanda de textos escritos por mujeres que hablen de los temas que nos traviesan. Pero, si algo he aprendido defendiendo los derechos humanos con trabajo de bases, es que hay que aprovechar todas las oportunidades, las reales y las forzadas porque nos estábamos perdiendo de las voces de la mitad de la humanidad, y no es justo y eso debe cambiar. Pero también es verdad que, aunque muchas de las autoras que estamos teniendo éxito estamos respaldas por editoriales chidas y por las demandas del mercado, también es verdad que la mayoría de nosotras traemos mucho trabajo y talento a cuestas. Y les toca atacarse. Al menos en mi caso, sí cumplo con las demandas de un mercado editorial, sí tengo todo el respaldo de una editorial, pero sí también tengo desde 2013 trabajando por generar un grupo de lectores y personas interesadas en mi trabajo. Y sí también Perras de reserva es el resultado de años de trabajo, de lecturas, de investigación, de etnografía y de ensuciarme las manos escribiendo y reescribiendo.
No soy idiota, sé que muchas editoriales, sobre todo las transnacionales, tienen contratos abusivos donde no solo se quedan con los derechos editoriales, sino también con los audiovisuales de los autores y les dan condiciones económicas de mierda. Sé que muchas y muchos autores tienen contratos abusivos. Pero dentro de eso que llaman, uy el coco, «industria editorial», también están las editoriales independientes. Y en este caso, yo no sé cómo es que la industria editorial se está aprovechando de mí, si literal mi trabajo en este momento es mínimo comparado con el que hace toda esa gente englobada en ese monstruo que muchos llaman la industria. Yo en Sexto Piso no he visto una industria ni un monstruo, he visto personas comprometidas con sacar adelante un proyecto al que aman. Cómo sentirme explotada si me despierto a las dos de la tarde y ya tengo lista mi agenda de promoción, mis boletos de autobús o avión, mis reservaciones en el hotel. Yo limpio arena de gato siempre, sin preocuparme por la distribución de mi libro. Duro horas en Tik-Tok sin pensar en cómo promocionarlo porque hay un grupo de personas trabajando, sí trabajando en ello. ¿Por qué mi trabajo como escritora vale más que el de Dulce o el de Eduardo? ¿Por qué debería recibir más de un 25% del precio sobre el libro si en este momento mi vida son vacaciones mientras que las personas que conforman la editorial trabajan ocho o doce horas? ¿Dónde está la precarización en este contexto para mí como autora? No me hagan caso, quizás es que yo sí vengo de contextos de precarización donde hasta 2019 gané el salario mínimo, y que alguien me pague por un texto lo que yo ganaba en toda una semana laboral, es sí el cielo. Yo con Sexto Piso lo único que siento es agradecimiento. Porque apostaron por mí, porque solo he recibo cariño, buen trato, preocupación genuina por mi estado de ánimo y mis necesidades. Por más que busco no encuentro a ese opresor que se está aprovechando de mi talento y que me está precarizando, y lo que sí encuentro es un espacio seguro y un equipo de trabajo. Larga vida a Sexto Piso.