Lecturas

Dos poemas

Kikí Dimulá

Cognac cero estrellas

Las lágrimas hablan en vano.
Cuando el desorden abre la boca, el orden debe guardar silencio
—la pérdida está colmada de experiencia—.
Ahora debemos estar junto
a los vanos esfuerzos.
Que la memoria recobre su lengua poco a poco
y dé consejos para una larga vida
a lo que está muerto.

Detengámonos cerca de esta
pequeña foto
en el florecimiento de su porvenir:
jóvenes que se abrazan en vano
frente a una playa de una alegría anónima.
¿Nauplia Eubea Skópelos?
Me dirás que en aquel tiempo
teníamos el mar en todas partes.

Ida y vuelta

Oh cosas vanas cuenten
Digan algunos detalles nuevos
En este ligero papel —que las protege—.

Salida silenciosa. El ruido de un misterio
Cuando salta desde lo más profundo de la supervivencia.

Se fue antes de haber sido encerrada
Por su feroz rechazo a partir.
El salvaje amor que tenía por tu cuerpo
como todo amor imitó nuestra común mortalidad:
Caminando sobre algo más intocable que el instante
protegió su ausencia con límites, antes de ser expulsada.

Para unos, hacia un dios muy profundo,
Para otros, como se dice a los niños
Para que no lloren, al cielo.

Salida como experimento. Como un experimento
Para escapar a la consecuencia de su partida
Con la esperanza de romper su oscuro vínculo
Con la continuidad de la vida.

Pero ¿qué continuidad sacrifica con facilidad
Las bellas y fructuosas vacaciones
Que le regala, en ida y vuelta,
Nuestra muerte,
Para hacer eterno su curso sin alma?

Oh cosas vanas,
Esa experiencia infructuosa
Solo exige un timbre postal.
Pero es el duelo, su burocracia bien conocida,
Quien las retiene tanto, cosas vanas.

Tú, último beso, eres
De todo lo que vi en este mundo lo único
Que vive en la abnegación y en la autarcía sin estar
Interesado en el ganar-ganar.
Te entrego entre todo
Lo que vi en este mundo a la única inocente
Frialdad humillada.
Inconsciente, amargada, a pesar de sí misma,
La inercia que te acoge.

Oh cosas vanas, no lloren.
Son lo único en este mundo que vive eternamente.

Traducción de Ernesto Kavi