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Wenceslao Bruciaga

El año de la viruela símica

Es casi media noche y es una garita de madera frente al Beaux, el club gay sobre el carril de asfalto de la calle Market junto a la banqueta, como las que pusieron los restaurantes de San Francisco durante la pandemia, como una opción para seguir preparando tragos y comidas sin que la bancarrota acechara a final de cada mes. Cerca de Castro. Al parecer la pandemia se ha estabilizado como un virus más que el ser humano incluirá en su evolución. Así que en esta ocasión bajo el techo de acrílico no hay mesas para comensales. En su lugar se extienden dos estaciones de laboratorio, una en la que se capturaban datos básicos: nombre, edad, criterios de elegibilidad como gay, bisexual, trabajadores sexuales o personas que mantienen relaciones anales con hombres y otras respuestas. En la otra mesa un enfermero aplica la vacuna contra la viruela del mono. Sobre la parte exterior de la garita se extiende una pequeña línea de sillas plegables en la que se puede esperar turno y el actor de porno gay Kristofer Weston está de voluntario preguntando a los asistentes hombres del Beaux si ya cuentan con una de las dosis que se requieren para mantenerse a salvo de una complicación en caso de tener contacto con la viruela del mono.

Weston, que debe rondar los cincuenta y tantos, es famoso por protagonizar videos en los que aprovecha sus canas y su paternal barba para seducir a jovenzuelos twinks, casi siempre hijastros dentro de la fantasía porno, pues la supuesta esposa los deja solos en casa yendo al súper o a tomar mimosas con sus amigas en un campo de golf. Su base de fans son hombres de veinticinco años. Los mismos que se acercaban para arrancarle una conversación o una selfie y él aprovechaba esa atracción para convencerlos de aceptar el pinchazo. La seducción, como en sus videos porno, parecía funcionar. El piquete no sería de la verga de Weston, desde luego. Sin embargo, lo importante es tener a la mayor cantidad de homosexuales vacunados contra el monkeypox, que en San Francisco y el resto del Área de la Bahía forman parte de las 247,000 personas que se identifican dentro del espectro lgtb+, que se estima alcanza la mitad de los habitantes según estudios de la Universidad de Los Ángeles en California.

A diferencia de otras ciudades estadounidenses en las que la vacuna se aplica solo en clínicas u hospitales, San Francisco ha decidido llevar las dosis a sitios en los que se congregan homosexuales, bares, clubes, clubes de sexo, saunas o eventos masivos de fuerte carga sexual, como la Folsom Street Fair, o de orgullo callejero como el Castro Street Fair. El modelo pretende vedar a los hospitales de su carácter intimidatorio, que pudiera inhibir a los homosexuales de ponerse una vacuna para no ser juzgados.

Desde luego, siendo San Francisco la ciudad considerada como la meca de las poblaciones homosexuales, ponerse las vacunas en un hospital como el Zuckerberg General o afuera de clubes como el Powerhouse, donde el sexo oral, entre hombres, se da al borde de la pista de baile, da lo mismo. Nadie será juzgado en un clínica donde el enfermero te coquetea y pregunta si tienes planes en la noche. Pero sin duda las estaciones afuera de los clubes ayudan, ya sea para los despistados que aún no se ponen la segunda dosis o turistas de otras ciudades o países. Una sola dosis protege hasta un 85% en caso de tener contacto con el virus.

El modelo de San Francisco ha funcionado: de tener un pico sostenido de 20.7 nuevos casos por día durante varias semanas —que llegó a un punto alarmante el 30 de agosto de 2022— para el 21 de octubre de 2022 el registro cayó a 0.4 nuevos casos por día.

Como se sabe, de acuerdo al Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, más del 98% de los casos de viruela del mono se concentra en hombres que tienen sexo con hombres. Comportamiento que se repite alrededor del mundo. Incluyendo México. Donde no solo la Secretaría de Salud ha dejado claro que no tiene planes en el corto y lejano plazo de adquirir la vacuna. Los clubes de sexo de homosexuales siguen funcionando en una riesgosa clandestinidad pues las autoridades se resisten a legalizar estos negocios que por más de cincuenta años han existido como parte fundamental de la cultura homosexual.

Parte de lo que ha ayudado a la reducción de casos en Estados Unidos es el intenso debate sobre si a este brote de monkeypox se le debería considerar una Infección de Transmisión Sexual o no. La narrativa debe ser precisa, pero sobre todo realista. Sí, la viruela del mono se contrae por contacto directo y en algunas ocasiones mediante partículas aéreas. Pero insistir en esta línea tan no estigmatizante como evasiva solo da paso a confusiones moralinas: si cualquiera puede contraerla: ¿quiénes serían los primeros grupos candidatos a una vacuna en caso de tenerla: una mujer de setenta años o un homosexual promiscuo de treinta años?

Chile y Brasil ya han comenzado los procesos de adquisición de lotes de vacunas. En México, las autoridades continúan con su apatía, respaldada con el insultante argumento de que no cuentan con evidencia científica que avale el funcionamiento de la vacuna para prevenir contagios de viruela del mono. Que están aumentando y de forma cada vez más complicada y dramática. Dando consejos para limpiar dildos, tratando nuestra promiscuidad con condescendencia fantasmagórica.

Si algo demostró el arribo de la viruela del mono fuera de su zona endémica y su propagación en orgías, cuartos oscuros y saunas, es que la sexualidad gay sigue rigiéndose por una naturaleza que se opone, casi por instinto, a la emulación de los matrimonios y adopciones de niños bajo los modelos bugas.

El caso de éxito en la reducción de contagios de la viruela del mono en San Francisco no solo se debe al acceso primermundista a las vacunas, que hasta cierto punto sí es una ventaja a considerar. Tomando en cuenta que las dosis son limitadas incluso en la fabricación. La estrategia fue detectar de inmediato el grupo poblacional afectado y protegerlo sin cuestionar, mucho menos juzgar, sus conductas sexuales. Se encontró que la viruela del mono ataca a hombres que tienen sexo con hombres en contextos anónimos, masivos y de frecuencia recurrente. Listo: son ellos quienes deben vacunarse. El resto, incluyendo homosexuales que se reconocen monógamos, están a salvo de contagio. Es decir, la vacuna no es para ellos.