Cuando era más joven y podía jugar un día sí y otro también, veía a los veteranos de la cancha con fascinación y distancia. Panzas voluminosas pero firmes, poco recorrido, mucho grito. Nunca sacaban la pierna.
Todos saben que el futbol es un asunto de varones. Sin embargo, las mujeres lo sabemos de modo diferente.
Diego espera. Lo acompañan Doña Tota, Claudia, Dalma y su preparador físico y amigo, Fernando Signorini. También sus hermanas. Está impaciente.
Dice el mal refrán: es puto y le va al América. Pero en esta historia de casos de la vida real fue cierto. Éramos putos. Solo que él no le iba al América. Jugaba ahí.