Porque, así como no son aficionados, los barras tampoco son animales. Ni siquiera una excepción: son ciudadanos modélicos de un Estado fallido. Síntoma y síndrome.
Nosotras no confiamos en la policía porque nosotras, nuestros hermanos, nuestras parejas han sido víctimas de abusos policiales. Porque en los barrios el abuso por parte de los puercos es una constante y porque sabemos que esos cabrones se meten las recomendaciones de derechos humanos por el rabo.
Fue altamente significativo para mí que la novela inconclusa de Pasolini se exhibiera entre arneses de cuero, látigos, pósters de James Dean, paliacates de colores y un pervertido olor a cuero. La novela es una cruel mirada a la inmoral decadencia de la clase política italiana de la que no se salvaba ni el izquierdista más barbón, mamón y aburrido.