Columnas

Where You Been

Wenceslao Bruciaga

Saló o los cien años de Pasolini

«Yo soy Pasolini, y tu serás mi Acattone. No abrí nada y nada me entró. Hasta que tú viniste con una llave. E hiciste lo mejor que pudiste. Pero así como vivo y respiro me has matado. Sí, camino de una manera y tú me has matado…»

Después de componer ese verso, Morrissey salió del armario por partida doble. Acattone es la primera película de Pier Paolo Pasolini (1961), y también es el nombre del protagonista. Tipo despreciable que habita una de tanta orillas paupérrimas de la Italia menos turística. Proxeneta violentamente machista, como todos los padrotes, que se gana la vida prostituyendo a todo aquel que se cruce en su camino, sin importar sentimientos de amistad o amor. Porque trabajar no es una opción a la altura de su fanfarronería. Es un huevón atractivo. Lo sabe y saca provecho.

Con el sencillo «You Have Killed Me» Moz nos dejó claro que además de puto, es un intolerante promedio. Que en el fondo le encienden los hombres que solo pueden relacionarse ejerciendo esa hiriente toxicidad que tanto criticó cuando cantaba con ramos de flores al frente de los Smiths. Morrissey utilizó el homenaje que hizo a Pasolini para entrever al conservador que siempre fue. Después del álbum Ringleader of the Tormentors, del 2006, a Moz se le fue la lengua con declaraciones contra los inmigrantes, apoyando los arranques de partidos políticos de supremacía blanca. Escudándose en su idolatría por Pasolini para pasar inadvertido.

También idolatro a Pasolini. Pero quiero pensar que por razones distintas al pendejo de Morrissey. Le descubrí con Petróleo. La compré en la cachondísima sexshop del famoso bar gay El Vaquero. Un local de lámina prefabricada en medio de la bahía de asfalto por la que circulaban los autos antes de estacionarse.

Fue altamente significativo para mí que la novela inconclusa de Pasolini se exhibiera entre arneses de cuero, látigos, pósters de James Dean, paliacates de colores y un pervertido olor a cuero. La novela es una cruel mirada a la inmoral decadencia de la clase política italiana de la que no se salvaba ni el izquierdista más barbón, mamón y aburrido.

Supe que Pasolini además de escritor era cineasta, mordaz ensayista, poeta, de los que no se arrastran al fracaso de la cursilería heterosexual. Y gay. Un homosexual entregado a la religión del falo. Razón por la que fue expulsado del partido comunista italiano. Demostró que la izquierda puede ser tan conservadora como un monasterio lleno de hombres reprimidos cuando la homosexualidad deja de ser útil para los discursos progresistas. En el Tianguis del Chopo conseguí sus películas Teorema, el Decameron y por supuesto la escatológica Saló o los 120 días de Sodoma.

Me identifiqué con su realista habilidad para desmontar los sistemas de valores de las instituciones occidentales. Desde la familia hasta el Estado político. Tanto los conservadores como los izquierdistas. Con la fuerza de sus teorías en las que mezclaba deseos sin culpas. La culpa es la herramienta más efectiva en la desactivación de la resistencia. Sin duda no sería bien visto en estos días de chantajes justicieros. Como cuando salió en defensa de los policías que reprimieron una marcha estudiantil en los sesenta. Su argumento fue ante todo realista: los policías eran proletarios y los estudiantes «burgueses envalentonados» jugando al anarquismo comodino. Similar a los homosexuales que luchan por la defensa de su disidencia sexual en marchas del orgullo patrocinadas por marcas a las que solo les interesa el consumismo salvaje. Por eso hace mucho que Pasolini no es el héroe que necesitamos los putos. Nunca fue complaciente. Ni tuvo miedo a ser un hombre vitalmente contradictorio. Devoto fálico y detractor del aborto. Posturas que me desesperaban porque no me decía lo que yo deseaba escuchar y aún así no podía, puedo, dejar de leerlo. Inteligente aficionado del soccer. En su libro Sobre el deporte establece la gran tensión homoerótica del balompié.

En 2022 Pasolini habría cumplido cien años. Fue asesinado, víctima de la homofobia institucional. Por mucho tiempo se sostuvo la teoría de que Pasolini fue asesinado por evidenciar las vulgaridades de la clase política descritas en Petróleo.

Así que la diferencia es que Pasolini fue un hombre de convicciones marginales. Nunca hipócrita. Y Morrissey terminó siendo un acomplejado de mierda que se vio obligado a abrazar el conservadurismo, con tal de no volverse loco de resentimiento.