A mi modo de ver, hoy día cualquier aproximación al problema del exilio debe empezar ante todo por cuestionar la asociación que se suele establecer entre la cuestión del exilio y la de los derechos del hombre.
La guerra en Ucrania se está narrando desde la ansiedad y el apremio por tener razón, por asaltar las fronteras cámara en mano; se cuenta desde la prisa por el titular y desde la batalla por la atención.
En tiempos de pandemia, las personas migrantes son abandonadas en ese lugar aparte que permite la irregularidad al mismo tiempo que sus cuerpos interesan para extraer ganancias, pero que ahora les impide circular al no poseer papeles de identidad.
¿En qué se convierte un país, me lo pregunto, en qué se convierte una cultura, una lengua, cuando podemos hablar de «delito de hospitalidad», cuando la hospitalidad puede convertirse, ante los ojos de la ley y de sus representantes, en un crimen?