Dossier: Guerra civil

Europa 2022. Otro capítulo de la Guerra Civil Europea

Massimo Cacciari en entrevista con Christian Toson

Querríamos comenzar por una lectura que hemos hecho de Hillman, quien habla del «terrible amor por la guerra» que, de alguna forma, es inevitable, dado que todos somos «hijos abandonados de Marte». La pregunta que querría hacerle es, si en la situación actual, reconoce este amor por la guerra.

Estamos en líneas completamente diferentes. No creo que esa sea una forma ideal para leer la guerra, ni esta ni otras guerras: una lectura de este tipo me parece de una clamorosa debilidad. Si debo hablar de la guerra, o de las guerras, buscaré sus causas políticas, históricas, económicas; pero reducirlas al hecho: «somos hijos de Marte…», no estoy interesado en esa forma de lectura. No creo que se hagan las guerras por amor a la guerra, o por razones biológicas. Es verdad, si hacemos la guerra quiere decir que nuestra naturaleza lo consiente, pero eso es una obviedad.

¿Y con respecto al hecho de que ahora estamos invadidos por una propaganda violentísima?

¿Y qué novedad es esa? ¿Qué novedad hay en que exista una propaganda violentísima cuando se dispara? No hay guerras que no comporten una exasperación de los términos del conflicto. Al menos en la época moderna —y cada vez con más intensidad—, donde la forma de la guerra es total y cubre a las naciones en todos sus componentes. Ya la Primera y la Segunda Guerra Mundial tuvieron lugar bajo la propaganda en torno al encuentro de civilizaciones. Peor aún: entre humano e inhumano. Naturalmente se trata de posiciones que no tienen ningún fundamento histórico-cultural, pero que son profundamente eficaces, incluso en la conducción de las acciones militares. Son elementos estructurales, no supraestructurales, de la guerra.

¿Qué piensa del hecho de que nos hemos enrolado de una forma tan agresiva? En el fondo, siempre se espera haber aprendido algo de los errores del pasado.

¿Aprender qué? ¿A hacer menos la guerra? Ojalá ocurra, pero mientras existan las guerras, habrá este tipo de propaganda. Para una cierta fracción, todo lo que he dicho cuenta hoy todavía más: los medios con los que dispone hacen que la propaganda sea más persuasiva y eficaz.

Según nosotros, el uso que se hace de las imágenes en este conflicto es muy fuerte y diferente del pasado. ¿Qué piensa del hecho de que haya una continua permeabilidad entre lo real y lo virtual, que los videos se vuelvan realidad, la realidad se vuelva video, que haya un involucramiento general de todos los íconos?

¿Los íconos? No veo ninguna diferencia sustancial con respecto al pasado. Veo que los medios con los que disponemos hoy hacen que se transforme con mayor eficacia lo virtual en real. Y los modos de transmisión son mucho más eficaces, claramente más difusos, y están al alcance de todos. Todos tienen un teléfono, etcétera. Entonces, sí, es diferente, ¿pero en qué? La gran diferencia está entre las imágenes de las guerras actuales y aquellas, todavía difusas, hechas durante las guerras revolucionarias-napoleónicas, donde se veía al ejército compactado en torno a la imagen del líder. Existía el líder y también la virtud del soldado como individuo. Existía la forma del duellum, hoy completamente desaparecida. Las guerras del siglo XX, en las que todavía estamos empantanados, son anónimas, es la guerra contada por Ernst Jünger, la guerra del Arbeiter.

También Warburg, cuando comienza a trabajar con las imágenes de la guerra, decía ingenuamente que, gracias a la fotografía, hoy podemos documentar todas las atrocidades de la guerra tal y como es, y que en esa tormenta de imágenes ya nadie querrá hacer la guerra, porque no será posible hacerla heroica.

Temo que esa afirmación revele una nostalgia por las antiguas formas de la guerra. Jünger explicó muy bien el «heroísmo» del trabajador en la guerra donde domina la Técnica.

¿Qué piensa acerca de la idea, tan generalizada, de Occidente como el partido del bien? ¿Y de la narración de la historia de la guerra como algo inevitable?

Repito: la guerra fundada en el reconocimiento recíproco de la dignidad de los Estados beligerantes se ha terminado con las guerras revolucionaras. Desde entonces (quizá con la excepción de la guerra franco-prusiana de 1871) la voluntad hegemónica de un Estado sobre otro siempre se ha justificado como un encuentro entre civilizaciones o visiones opuestas del mundo, entre barbarie y civilización, o peor —como he dicho—, entre humano e inhumano. Con un incremento impresionante, y no una disminución. La guerra asume hoy también la forma «clásica» de la guerra de religión.

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Pensábamos que la guerra era casi obsoleta en un mundo globalizado.

Sí, hubo una miopía generalizada después de la caída de la URSS. Con la consecuencia de que no hubo nunca tantas guerras como después de la Segunda Guerra Mundial. La paz posterior a las grandes guerras es europea, un «premio» por nuestra caída del trono. Y ahora también esto ha terminado. La guerra entró en Europa, en su confín más delicado. La crisis de los Balcanes se parece poco a la actual, porque ahí no había directamente en juego tantos intereses de Rusia. Vivimos otro capítulo de la guerra civil europea. Y obviamente crece el riesgo de una conflagración global.

Ha dicho que estamos muy cerca del abismo.

Si no hacemos nada por evitarlo, caeremos dentro, tarde o temprano. Hace treinta años que no se hace nada por evitarlo, «curando» las causas profundas de los conflictos, y tarde o temprano caeremos. No existe ninguna reacción inteligente ante el peligro. Si no es esta vez, será la próxima.

No es muy optimista.

¿Qué tiene que ver el optimismo o el pesimismo?

Conociendo personalmente ese mundo, temo que no tendremos muchas posibilidades. Se pensaba que el terror de una guerra nuclear fuese suficiente para limitar cualquier conflicto.

Y esperemos que continúe siendo una disuasión: hasta ahora lo ha sido. Gracias a la nuclear, la Gran Guerra ha sido evitada. Sin embargo, me parece que las contradicciones se están acumulando con una rapidez y con una intensidad tales, que cada día se vuelve más irreal la posibilidad de que el conflicto entre los grandes imperios pueda continuar a distancia.

¿Para entender habrá que esperar a tener bastante material con el cual poder hacer un razonamiento fundado?

¿ Esperar qué? Sumando todo, hay material suficiente. Con todos los conflictos que ha habido, no faltan los materiales para comprender cómo estaban o cómo están las cosas, al menos lato sensu: siempre ha habido quien ha buscado decir las cosas como son, nec spe nec metu. Y siempre ha habido quien ha pagado un precio más o menos alto por tener esa voluntad. En ese frente nada ha cambiado.

Una última pregunta: ¿qué puede hacer un historiador, un estudioso, en un momento en el que todo ha sido falsificado, todo es propaganda, en el que todos están obligados a alinearse para no ser acusados, por ejemplo, de ser filoputinista?

Deja que te acusen. Un estudioso debe buscar decir la verdad, en cualquier campo en el que opere. Y debe buscar decir la verdad como le sea posible, buscar decir aquello que le parece justo. Después de eso, a otros les toca la sentencia. Si quieren exiliarlo, condenarlo al ostracismo o fusilarlo, es asunto de ellos. ¿Qué otra cosa debe hacer el estudioso?

Traducción de Ernesto Kavi
Ilustración de Dante de la Vega