Dossier: 20 años desde el Sexto Piso

Sexto Piso – 20 años

Nell Leyshon

Prólogo

Todo comienza de una forma pequeña, sorprendente, como sucede con algunas cosas importantes. Soy invitada al Hay Festival en la campiña de Gales, para hablar de [la edición en inglés de] mi nueva novela, Del color de la leche, con dos escritoras más, incluida Valeria Luiselli. La mesa funciona bien, y me encanta escuchar a Valeria leyendo de su obra. No pienso más al respecto. Sin embargo, sin que yo lo sepa, ella lee mi novela y se la recomienda a Sexto Piso. Lo primero que sé es de una oferta para que la novela sea publicada en España: contará con un prólogo de Valeria.

Capítulo uno

Se me invita a España para el lanzamiento de la novela. Llego sin mayores expectativas, pero con un mundo interior lleno de pensamientos y recuerdos y sensaciones. Verán, no es mi primera vez en Madrid. Viví ahí por un año en la década de los ochenta, durante la Movida, cuando la ciudad se abría al mundo.

Vivíamos en un departamento en Calle Moratín. Al interior de esas paredes comencé a tomar las decisiones que formarían el resto de mi vida. Me di cuenta de que quería una familia y de que quería una educación, pues aunque leía libros sin cesar, sabía que a mi mente le faltaba estructura. Lo que no podía decir en voz alta, ni siquiera ante mí misma, es que yo sabía por qué necesitaba una mente estructurada: era fundamental para la única cosa que en realidad comenzaba a interesarme.

El recuerdo es tan nítido y real que casi puedo volver a habitarlo. Estoy sentada en la mesa del departamento, insertando una hoja blanca de papel en mi máquina de escribir; puedo escuchar el sonido del carrete que da vuelta mientras apresa el papel, puedo oler el papel y el tenue aroma de la tinta. Siento con las puntas de mis dedos las ligeramente cóncavas teclas grises con letras blancas impresas sobre ellas. Y miro el semicírculo de letras al revés y boca abajo sobre brazos metálicos, y no sé por dónde comenzar.

El problema no eran las ideas, pues llegaban con facilidad, sino la habilidad necesaria, el oficio, para ejecutarlas lo suficientemente bien como para estar a la altura de mi ambición. Quería escribir bien. Siempre había encontrado otras cosas, como el trabajo y relacionarme con la gente, fáciles. Pero esto no. Esto representaba un desafío como nunca había conocido.

Tenía la intención de quedarme más tiempo en España. Quizá para siempre. Pero ahora, a los veintiséis años, parecía un buen momento para ir a la universidad. Ello requeriría volver a mi lengua materna. Y después, la decisión fue tomada por mí: descubrí que estaba embarazada y necesitaba regresar donde mi madre.

(Pero, como todo, los siguientes años no fueron lineales ni sencillos. Me gradué de la universidad, tuve dos hijos, y me mudé de casa seis veces, antes de que realmente comenzara a escribir).

Capítulo 2

Madrid. Fue a buscarme Raquel, que trabajaba en Sexto Piso, y pasamos cuatro días visitando librerías, conociendo lectores, realizando entrevistas. Comimos y bebimos y reímos y charlamos. Todo el mundo hablaba inglés, y Madrid había cambiado y no cambiado. El Hay Festival en Segovia me invitó a dar una charla y fui con Santiago. Pasamos el viaje en tren alternando entre risas y hablar sobre escritura. Experimenté una profunda sensación de mismidad, de estar en el lugar correcto con la gente correcta.

Más tarde, durante el siguiente viaje que realicé para aceptar un premio, cuando me levanté para hablar, las palabras en español comenzaron a regresar. No las había pronunciado en veinte años, pero estaban dormidas en mi interior. Estaba de vuelta en la ciudad con mi propio libro en mis manos, publicado en aquella lengua que había aprendido, en el sitio donde primero había deseado escribir, donde sentí el impulso irrefrenable, la lava que burbujea al interior del volcán.

Capítulo 3

Esto fue lo que hallé en España con Sexto Piso: aún quedaban librerías independientes. A la gente le cuesta trabajo creer que hemos perdido las que teníamos en el Reino Unido, que comprar por Amazon es tan fácil y barato, que las librerías han cerrado. En el Reino Unido, si decidimos comprar a librerías independientes, se vive como un acto de caridad, pues tenemos que pagar más de lo que pagaríamos si lo compráramos por internet.

También encontré que hay varias editoriales independientes dirigidas por gente que tiene autonomía y carácter, que no forma parte de conglomerados gigantes, que publican demasiados libros mediocres, con la esperanza de ganar dinero.

Tener una relación con un editor que comparte tu amor por las palabras, con libreros que comparten tu amor por los libros, con lectores que comparten tu amor por la lectura. Es lo mejor que hay.

Capítulo 4

Sexto Piso me envió al sitio al que siempre había querido ir: América Latina. Colombia, Perú, y después finalmente a México.

Conocí al resto del equipo de Sexto Piso: Felipe, después Diego y Eduardo. Paseamos por Coyoacán y fuimos a comer y me di cuenta de que una relación con un editor puede cambiar una parte de tu vida, cómo te sientes respecto a tu propia obra.

Capítulo 5

Sexto Piso me permitió alejarme de mi propia identidad, la identidad familiar, responsable. Al fin podía abrir mi vida nuevamente, tras tener a mis hijos. Estar en otro continente, hablando la lengua de la parte más antigua de mí misma, que aprendí en Madrid cuando la escritura era la lava burbujeante en mi interior, el burbujeante nonato en mi interior, era como tener otra identidad fantasma. Podía asumir mi verdadera identidad, libre de mis obligaciones: una mujer inglesa acelerada.

Escribir es pelar capas de tu piel, una por una. Implica una exposición, y no siempre se acierta. Escribir es un acto de fe en el inconsciente. Es una entrega. Tener un editor que te escucha, que lee lo que escribes, que te da confianza y te permite seguir tu sensibilidad, te convierte en alguien más valiente y muestra que tu limitada idea de lo que eres capaz de hacer puede que sea falsa.

Durante los primeros días de la pandemia, me di cuenta de la importancia que tenía Sexto Piso en mi vida: la idea de que tantas organizaciones con las que he trabajado pudieran cerrar era terrible; la idea de que pudiera perder Sexto Piso era impensable.

Epílogo

Muchas gracias, Valeria, por presentarnos. Gracias a todo el equipo de Sexto Piso, pasado, presente y futuro, incluido José, por la alegría, la diversión, las conversaciones serias, la fe. No claudiquen. No permitan que los bastardos ganen y los reduzcan a la realidad de la vida corporativa. No dejen de luchar y reír.

Ah, y muy feliz cumpleaños.

Traducción de Eduardo Rabasa
Ilustración de donDani